¿Quién Soy?

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Nací un 22 de marzo en la Maternidad Sardá, hospital que en el año 2001 adquirió en mi vida particulares connotaciones.

Mi infancia transcurrió con muchas alegrías y cierto grado de restricción económica absolutamente entendible en tanto fui hija de un obrero de “la Grafa” y de una aparadora de calzado. Los recuerdos de esa época se relacionan primordialmente con mi madre y mi padre –con los que siempre me unió un profundo amor recíproco- y con mi abuelo paterno que constituyó un pilar fundamental en mi formación ética.

Una característica estructurante de mi constitución como sujeto social fue el ser miembra de una familia de militantes y dirigentes del Partido Comunista, lo que se tradujo en que viviésemos “en la clandestinidad” durante largos períodos.

Además de mis referidxs progenitorxs y mi abuelo Prigoshin, mi núcleo familiar primario estaba integrado por un hermano menor. Y como contexto privilegiado gocé de una parentela ampliada constituída por una legión de tías, tíos, primas y primos.

Hoy tengo tres descendientes, Federico, Paula y Julián, y a mi única hija mujer así como a mi benjamín les debo el haberme convertido en abuela de Agustín, Nicolás, Santiago y Juan Martín.

En realidad y por una cuestión de mínimo orden cronológico debería haberme referido a mi maternidad adolescente antes que a mi abuelitud. A los 15 años , debuté en los avatares del noviazgo con un “colimba” cordobés. Unos meses después decidí casarme con él.

Obviamente el prematuro matrimonio y el nacimiento a los 17 años de mi primer hijo representaron una perturbación en mi etapa adolescente, al menos desde una perspectiva convencional. Una muestra de ello es el haber rendido “libre” el último año del bachillerato ya que no me dejaron cursarlo regularmente porque mi embarazo “podía ser un mal ejemplo” para el resto de las señoritas que concurrían al Liceo Nacional Nº 2.

Terminado el colegio secundario partí hacia la provincia natal de mi ex-marido con él y nuestro primogénito. Ya viviendo en Córdoba empecé mis estudios en el Instituto Matemático, Astronómico y Físico (IMAF), los que cesaron en el mismo momento en que mi militancia estudiantil se convirtió en un riesgo inmanejable. Así se vió interrumpida mi primera incursión por los claustros universitarios.

El ballotage se produjo cuando, ya separada y viviendo nuevamente en la Ciudad de Buenos Aires, ingresé a la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires. El cambio de elección de la carrera profesional estuvo ligado a las transformaciones de mis condiciones concretas de existencia. Por situaciones cuya descripción me reservo, me encontré embarazada… ¡y aborté!

Sin ánimo de victimizarme resalto que aborté a los 20 años en un consultorio oscuro atendido por una partera, acompañada por mi madre y llevando en la cartera dinero prestado por una tía. Cuando desperté de la anestesia, y sin saber todavía el significado del término, me convertí en feminista. Poco después, tomé la decisión de estudiar para ser abogada defensora de mujeres.

Desde que me recibí de abogada y aún antes de que se sancionara la ley de divorcio y se constituyesen los Tribunales de Familia, elegí la especialidad y me dediqué exclusivamente a ella tanto en lo concerniente a mejorar mi capacitación profesional como al asesoramiento y patrocinio de mis congéneres.

En 1992 fundé y presidí un Centro de Prevención y Asistencia Familiar a través del cual me propuse abordar la complejidad de las problemáticas familiares mediante la coordinación de profesionales de la psicología, el trabajo social, la educación, la medicina y la psicología social.

A ese lugar llegó Silvia Tanus y su marido en el año 2000. Portaba un embarazo anencefálico de pocas semanas y ya sabía que el feto estaba condenado a muerte. Las vicisitudes –judiciales y de las otras-, las angustias y demás sensaciones que aparejó el acompañamiento de Silvia, Luis y su hija de 12 años serán motivo de algún opúsculo que pienso escribir algún día.

Cuando el 11 de enero de 2001 triunfamos en la Corte Suprema de Justicia de la Nación, la que ordenó a la Maternidad Sardá que interrumpiese el embarazo, comenzó un período de sucesivas interposiciones de juicios de amparo contra el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, todos los cuales obtuvieron sentencias favorables basados en el precedente jurisprudencial que habíamos sentado con Silvia Tanus.

A partir de allí mi lucha por la vigencia de los derechos de las mujeres no ha cesado y en ese cometido redacté proyectos de leyes que fueron presentados por varios/as diputados/a en la Legislatura de la Ciudad y en el Congreso Nacional (embarazos incompatibles con la vida, ligadura tubaria y vasectomía, regulación del aborto no punible, obligación del enriquecimiento de las harinas con ácido fólico, educación sexual, modificación del Reglamento de la Cámara de Diputados incorporando el lenguaje no sexista, etc).

Luego seguí en la pelea desde las trincheras que se me han puesto al alcance entre las que se cuentan el Programa de Salud Sexual y Procreación Responsable del Ministerio de Salud de la Nación, el Consejo de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes de la Ciudad de Buenos Aires, la colaboración con legisladores/as que estiman mi aporte de alguna utilidad, mi paso por el Consejo Nacional de las Mujeres y mi participación como Coordinadora del proceso que culminó con la redacción de la reglamentación de la Ley 26485, de Protección Integral. Actualmente soy la Coordinadora Nacional de la CONSAVIG (Comisión Nacional Coordinadora de Acciones para la Elaboración de Sanciones de la Violencia de Género) que funciona en el ámbito del Ministerio de Justicia y DD.HH de la Nación.

Seguramente habrá otras trincheras y nuevas batallas.

Perla Prigoshin